lunes, 6 de febrero de 2012

LUCES DE BOHEMIA

Vuelve a los escenarios un clásico, una obra maestra de uno de los máximos exponentes de la generación del 98: LUCES DE BOHEMIA de D. Ramón Mª del Valle Inclán.


La historia, por todos conocida, trata del recorrido nocturno de Max Estrella, escritor ciego arruinado, junto a su amigo y admirador D. Latino de Hispalis. En ese recorrido, en el que Valle resalta constantemente lo trágico que a veces resulta vivir desde su óptica grotesca, Max Estrella y Don Latino se cruzan con un montón de personajes que hacen que cobre vida lo que se hace llamar el esperpento. Zaratustra, D. Gay, la Taberna de Picalagartos, Enriqueta la Pisabien, los modernistas,... son personajes de este maravilloso texto que se ha vuelto a representar en el Teatro María Guerrero de Madrid.
Desgraciadamente tengo que decir que es peor este montaje que el que tuve ocasión de ver en el mismo teatro allá por los años 70. En este eran los grandes José Mª Rodero y Agustín González los encargados de encarnar a Max Estrella y a D. Latino respectivamente. Tanto la cuidada escenografía como las soberbias interpretaciones estaban muy por encima de las que hoy se pueden ver en el Teatro María Guerrero.



Gonzalo de Castro se hace muy pequeño ante tan magno papel. Mejor gestualmente, fatal en dicción. No emociona, no transmite y, así, el resto del reparto, salvo alguna excepción, como la de Miguel Rellán, Angel Burgos y Marina Salas. Isabel Ordaz, en su brevísimo papel de mujer de Max Estrella, no resulta nada creíble con su soniquete de voz que queda muy gracioso en su personaje televisivo de La Hierbas, pero no en sus dos dramáticas escenas de Luces de Bohemia. Al ser todo tan plano y las interpretaciones tan flojas, la obra se hace larga y un tanto pesada, sobre todo, como en mi caso y el de mucha más gente, que nos la sabemos de memoria.
Lo mejor, el diálogo en el entierro de Max entre Rubén Darío y el alter ego de Valle, el Marqués de Bradomín, personaje fijo de otras obras del genial escritor; y también magnífica la reflexión que hace Max en el calabozo donde pasa parte de la noche, que aunque fue escrita hace unos 80 años no ha perdido vigencia. Max reflexiona acerca de que en este mundo los ladrones y demás delincuentes son mejor tratados en la vida y tienen más ventajas que la gente honesta y de bien. Casualmente, cerca de un siglo después, un juez que investiga genocidios realizados por un régimen y la corrupción fraguada en los despachos públicos, es sentado en el banquillo de los acusados y le quieren meter en la cárcel algunos sectores, al mismo tiempo que un presidente de comunidad autónoma es absuelto después de aceptar y recibir cuantiosos regalos de un don nadie, un miembro de la familia real se irá de rositas habiendo saqueado dinero de las arcas públicas en nombre de una fundación sin ánimo de lucro, unos cooperantes necesarios de asesinato y ocultación de cadáver quedan en libertad mientras aún se desconoce el paradero del cuerpo,......
La España de hoy parece igual de ESPERPÉNTICA que la que plasmaba Valle en sus obras hace un siglo.


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