En una escenografía que figura una buhardilla se desarrolla la acción de esta obra en la que se pasa un buen rato y se disfruta de la interpretación y de la voz de una Ana Belén es estado de gracia. Está espléndida en la obra como actriz, como cantante y como señora. Los años pasan para todo el mundo incluido para ella, aunque no lo parezca, ya que está magnífica y muestra gran agilidad. En la obra interpreta unas 3 ó 4 canciones míticas de Francia, varias de ellas popularizadas antes por la inolvidable Edith Piaf, con el rigor del sonido directo, acompañada al piano por su propio hijo, David San José, desgrana y recrea las canciones con la exquisitez y buen gusto que nos tiene acostumbrados.
En escenas muy cambiantes, ya que pasan del drama a la comedia en cuestión de segundos, los dos protagonistas, los dos protagonistas, Ana Belén y Ginés García Millán, nos cuentan la historia de amor entre una viajera y un escritor al que encarga la misión de transcribir sus aventuras y experiencias en los viajes, o las que genere su imaginación desbordante. Momentos en los que los dos protagonistas de la historia, alcanzan la felicidad al alejarse de su vida mediocre y triste que llevan, para ellos, los momentos compartidos en esa buhardilla son gloriosos, representan una huida o una válvula de escape de su vida real, tan desastrosamente infeliz.
Una fábula que contrapone eficazmente dos mundos tan opuestos que a veces se cruzan: la fantasía y la realidad. Enhorabuena al equipo que pone en pie esta obra dirigido por la estupenda actriz y directora Magui Mira, y en especial a sus dos protagonistas, Ana Belén y Ginés García Millán, los dos espléndidos.
Disfrutamos con la historia, con el trabajo de sus actores y con el Matadero, siempre es bueno tener una excusa para ir a este espacio, rebosante de cultura, modernidad, gastronomía, buenos precios y ambiente juvenil, imprescindible pasarse por La Cantina, dentro del recinto, y saborear cualquier cosa de su carta para picar.
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