En los Teatros del Canal se puede ver la obra Emilia, la última joya teatral del dramaturgo argentino Claudio Tolcachir. Después de su trilogía La omisión de la familia Coleman, El viento en un violín y El tercer cuerpo, nos presenta esta pieza escrita y dirigida por el propio Tolcachir.
Como los grandes Arthur Miller y Teenese Williams, a Claudio Tolcachir siempre le ha gustado fijarse en la familia como eje central de sus historias. Las relaciones afectivas que surgen en el seno familiar forman un núcleo primordial en sus historias y, así, Emilia se convierte en un melodrama que te cautiva de principio a fin aunque es a partir de la mitad de la obra cuando se va entendiendo todo lo que sucede en la primera pare atándose cabos.
Emilia habla del amor incondicional que se puede sentir hacia alguien con el que no existe ningún lazo sanguíneo, ese amor no puede ser menor que el que una madre siente hacia su hijo. Emilia es la niñera de Walter, al que se encuentra de casualidad muchos años después de prestar sus servicios a la familia. A Emilia la pagaban por cuidarle pero no por quererle, el amor que sentía hacia él era como el que siente una madre, gratis, fuera de cualquier interés, sin condiciones.
Walter ha formado su propia familia, de la que Emilia es espectadora de excepción que ve no sin compasión como su "niño" ha crecido y quiere a toda costa mantener unida a su familia formada por Carol, una ausente, tímida y distante mujer, y Leo, un adolescente inquieto que toca el xilófono. Emilia solo desprende cariño, ternura y amor hacia el que un día fue su niño al que tenía que cuidar.
Una emocionantísima obra en la que los acontecimientos y las palabras precipitan a sus personajes a un desenlace inesperado.
Gran parte de la culpa de que la obra conmueva y emocione la tiene un fantástico reparto al que no se puede poner ningún pero, sino agradecimiento por hacernos vivir una noche tan mágica.
Gloria Muñoz hace una Emilia perfecta, rica en matices y exacta en mostrar los sentimientos que tiene que mostrar. Maravillosa. Alfonso Lara y Malenta Alterio, impecables en sus difíciles papeles, el primero por su desgarro y exceso, y la segunda por lo contrario, comedida, contenida, interpretando sobre todo con el rostro, con la mirada.
David Castillo está sembrado en su difícil personaje, el niño de Cachorro, la gran película de Daniel Albadalejo, y al que hemos visto crecer en la longeva Aída, ha aprendido y madurado como actor, y lo demuestra en esta su segunda incursión teatral. En un papel más pequeño pero no menos intenso, Daniel Grao, resuelve con eficacia su personaje.
En fin, yo no eché en falta a la gran compañía que pone en pie siempre las obras de Tolcachir, Timbre 4. Emilia, en los Teatros del Canal. Para no perdérsela.
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